La Casa Mora de
Crevillente, un ejemplo de emprendedor. Una familia que vivía del ganado y del
campo, y que poco a poco fue construyendo este magnífico lugar, en el que el verdadero valor es el trabajo realizado por su
dueño.
Muchísimo gusto, tanto en la construcción de la casa, tipo arabesca,
como en el jardín, en el que se combinan todo tipo de plantas, creando un
montón de rincones, a cual más romántico.
La casa es difícil de encontrar, pues se encuentra en medio del campo, y
es fácil equivocarse. Mejor guiarse por GPS.
Se pagan 6 € por un té, pero lo que merece la pena realmente, es la
visita. Es una casa totalmente irregular, construida sin un plano, pero si con
un objetivo; parece como si un día se hiciera una habitación, tres meses
después otra, más adelante, un pasillo que las une, todo a diferentes niveles.
Es realmente difícil, cuando la has visitado, hacerse un plano mental de
cómo es la distribución, pues no guarda ningún orden ni simetría. Haciendo la
visita, vas pasando por un sinfín de pasillos y habitaciones, que es dónde
están las mesas, y te puedes sentar dónde quieras, o dónde puedas, pues
conforme avanza la tarde, se van llenando todas las estancias, para tomar el
té.
Todo está decorado con yeserías, mocárabes, columnas, huecos, alfombras,
mesas, etc. Te recuerda a las habitaciones
de la Alhambra, pero trasladado a un hábitat casero, dónde lo puedes ver todo y
sentarte en el rincón que más te guste. En una zona de la casa, tienes que ir
sin calzado.
Cuando sales al jardín, ocurre lo mismo. Todo irregular, muchas plantas
de todo tipo, fundamentalmente tropicales y subtropicales. Flores por doquier;
no sabes cual sería tu rincón favorito. Hay fuentes, arriates, pilares,
cenadores, bancos, empedrados, solados de barro, de ladrillo, de piedra, de
mármol, pérgolas de madera, muchas macetas, y un largo etc.
Es espectacular, pasear por el jardín al atardecer, pues colocan
multitud de velas, que confieren junto con un alumbrado muy tenue, una carácter
romántico y muy entrañable. En algún lugar, podemos ver también un brasero
encendido en dónde te puedes quedar embelesado, mirando el colorido de las
ascuas.
Es un placer, para los sentidos, en dónde tomarte un té, puede durar
toda una tarde.